Casa de la Cultura de la Universidad Católica de Santa María
Del 4 al 21 de setiembre de 2019
Las pocas veces que he escuchado a alguien usar la frase “formato heroico” fue siempre para referirse a una pintura de grandes dimensiones, es decir, para calificar algo infrecuente y que exige de su autor un empeño intelectual y físico inusitados además de un espacio de trabajo adecuado y la disponibilidad de un soporte idóneo y de insumos abundantes. No estoy seguro si se puede aplicar al ámbito del grabado pero me abrogo la libertad de hacerlo a falta de otro mejor pues, en nuestro medio, ejecutar una estampa enorme no sólo equivale a meterse en una “camisa de once varas” en lo que respecta a la falta de espacio en el taller del grabador – sin mencionar las complicaciones del procedimiento de “lógica inversa” que es connatural al grabado o el tener que imprimirlo necesariamente a mano, es decir, a punta de cuchara – sino que, a su vez, desencadena una problemática eminentemente técnica: ¿de dónde sacamos el papel para imprimir una estampa tan grande? Y la pregunta crucial: ¿le interesará a alguien lo suficiente como para que se anime comprarla? Y de ser así ¿dispondrá de una pared para colgarla?
No estoy seguro si cada uno de los tres jóvenes artistas reunidos en esta ocasión ha enfrentado las mismas interrogantes pero lo cierto es que al grabar e imprimir estampas tan grandes no sólo han marcado una diferencia notable con la producción estándar de sus colegas sino que tienen que haber descubierto las virtudes museográficas del grabado en gran formato: el magistral modo en que resuelve el montaje, imponiéndose en el espacio galerístico, compartimentándolo con su sola presencia y ofreciendo al espectador una experiencia de contemplación a su medida y sin mediación del vidrio al prescindir, necesariamente, del enmarcado.
Kevin Flores (Lima, 1993), Gloria Quispe (Ayacucho, 1992) y Luis Torres (Lima, 1984) desarrollan propuestas muy diferenciadas entre sí pero coinciden en la ejecución de xilografías que no puede pasar desapercibidas por su escala “heroica”. Coinciden también en que se formaron como grabadores en la Escuela Nacional de Bellas Artes y todo parece indicar que esto se va configurando como un sello de los talleres de grabado de ese longevo centro de formación artística que, además, acaba de cumplir su primer siglo de existencia.
La presencia de estas grandes xilografías en el circuito galerístico nacional, además de todo lo dicho, pueden interpretarse adicionalmente como una apuesta irrevocable por la vigencia del grabado y un gesto palpable de resistencia estética.