Tres maestros, Tres técnicas Carlos Llerena (xilografías) — Eduardo Moll (intaglios) — Alberto Quintanilla (litografías)

Galerías de Arte del Centro Cultural Peruano Norteamericano
Del 12 de setiembre al 01 de octubre de 2019

Para que el grabado sea apreciado a cabalidad es necesario familiarizarse con cada una de las ricas y complejas técnicas que lo constituyen como disciplina artística. Por eso, el equipo organizador de la Primera Bienal de Grabado de Arequipa estimó conveniente preparar una exhibición en la que el público pudiera compulsar, en una sola visita, la xilografía, el intaglio y la litografía, algo que no suele ocurrir en la escena cultural nacional. Ese fue el origen de la exposición Tres maestros, tres técnicas, integrada por tres individuales de carácter antológico, las cuales, además, nos brindan la oportunidad de conocer el trabajo de autores particularmente relevantes para la historia del arte peruano: Carlos Llerena-Aguirre, Eduardo Moll y Alberto Quintanilla.

Y esto fue posible gracias a la invalorable contribución de El Cultural, cuyos directivos entendieron la importancia de sentar las bases para que Arequipa cuente con una bienal de grabado. La apertura reciente de dos nuevas salas de exhibición se ajustó proverbialmente a nuestros propósitos.

La primera exposición, constituida por intaglios no figurativos realizados por Eduardo Moll (Leipzig, 1929 – Lima, 2018), a quien debemos precisamente la reintroducción en el Perú de esas bellas expresiones del grabado en metal, pretende ser también un homenaje a su labor pionera. Con algunas de esas piezas Moll representó al Perú en diversas bienales internacionales especializadas en grabado. Richard Estrada, actual responsable de la Galería Moll, y la “mano derecha” de don Eduardo durante una década, nos facilitó enormemente el trabajo de selección y el enmarcado de las piezas aquí reunidas. Aprovecho este espacio para expresarle mi profundo agradecimiento.

La segunda muestra está conformada por una selección de xilografías de Carlos Llerena-Aguirre (Arequipa, 1952), grabador peruano que reside en los Estados Unidos desde hace cuatro décadas desarrollando su obra personal y desempeñándose como docente universitario. Llerena-Aguirre es el único artista peruano que ha ilustrado con xilografías de su autoría muchos de los más importantes periódicos norteamericanos a lo largo de más de veinte años, algo que dice mucho de su reconocida maestría en el grabado en madera. Carlos, a pesar de la distancia – y gracias a la tecnología – me dio total libertad para la selección de sus grabados y facilitó el envío de los mismos al Perú. Muchas gracias también a él por esta exhibición que permitirá que los espectadores arequipeños descubran una obra de alta exigencia técnica ejecutada por un coterráneo.

La tercera exposición está dedicada al trabajo litográfico de Alberto Quintanilla (Cusco, 1934), uno de nuestros más importantes artistas plásticos. Su prestigio como pintor ha soslayado una notable obra grabada que merece ser divulgada entre nosotros. En esta ocasión presentará un conjunto de litografías realizadas en talleres de Francia y Dinamarca, entre 1971 y 1992, con las que obtuvo importantes distinciones en certámenes europeos. En el caso de Quintanilla, además de su generosidad y respeto con mi trabajo curatorial debo agradecer también su paciencia al recibirme siempre con las “puertas abiertas” en su casa-taller de Lima.

Breve Antología Xilográfica Carlos Llerena — Aguirre (Arequipa)

Nació en Arequipa en 1952. Estudió un semestre en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Federico Villarreal, en Lima, antes de decidir que su vida iba a estar dedicada al arte, tal como su vocación natural por el dibujo lo predecía.

Detectamos su presencia en Nueva York a partir de 1973, específicamente en las páginas del New York Times, con la estampa de su autoría titulada “Dictador choro”, iniciando así una carrera como ilustrador de publicaciones periódicas, un oficio cuyo ejercicio se prolongará hasta 1996 y que resultará ideal para foguearlo como grabador.

Pronto encontraremos sus xilografías y linóleos en las páginas de otros medios como The Village Voice, también de Nueva York, San Francisco Chronicle, Washington Post, Chicago Tribune, entre otros.

Esta labor que lleva el grabado a la página impresa masivamente, renovando el vínculo entre el texto y la imagen, le exige al artista diversos retos, llevándolo de la representación naturalista a la metáfora y a la alegoría; del retrato a la caricatura; de la imagen que conmueve trágicamente a aquella otra que lo hace mediante su humor negro; de la ensoñación surrealista al realismo descarnado. Y esto determina, a la vez, que la obra de Llerena Aguirre constituya una crónica personal de la historia de las últimas décadas: temas como la drogadicción, la “Eutanasia”, la “Guerra Fría”, el terrorismo, las dictaduras latinoamericanas, la especulación por el petróleo, la amenaza nuclear, la industria bélica, la guerra (Bosnia, 1991), entre otros, están presentes así como retratos de personajes del arte y la cultura, con particular énfasis de la música: “Isaac Stern” (1980), “Steve Lag” (1981), “Igor Stravinsky” (1994), etc.
breve antología xilográfica Carlos LLERENA – AGUIRRE (arequipa)
Pero este arraigar profesionalmente en un medio tan competitivo como el norteamericano no implicó que nuestro artista se desligue del Perú sino todo lo contrario: la distancia refina su mirada, otorgándole una clarividencia acerca de los personajes, locaciones y motivos que sintetizan nuestra cultura, tal como lo deja ver una pieza de 1981, el “Varayok de Qero” o las más recientes “Vistas de Machu Picchu” (2011). Curiosamente, una vez más la música y sus ejecutantes constituirán el tema y los personajes decididamente peruanos en su obra xilográfica: “La antara de Urcos” (1975), el “Arpista encantado” (1981), “Antara” (1985) o “Wanchako, pecho colorado” (2001)*. Es en estas estampas que el grabador parece hacer un tributo al espíritu indigenista: el detallismo desplegado en reproducir la piel, la indumentaria y los instrumentos representados, denotan una empatía especial que los espectadores sentimos como admiración y fervor. Cabe agregar que paralelamente a este trabajo ininterrumpido y a su participación en varias Bienales y Trienales de grabado internacional, así como exposiciones y residencias en diversas partes del mundo, el artista desarrolla una labor como docente en la Universidad de Miami. (Debo subrayar aquí que él mismo se formó académicamente entre los años 1974 y 1994 en instituciones de Nueva York e Illinois). Para El Cultural preparamos una breve antología que abarca el lapso comprendido entre 1980 y 2016. Incluimos varias de las xilografías que ilustraron periódicos y revistas norteamericanas y otras que conforman su propuesta más personal, específicamente aquellas de tema peruano y las más recientes, ejecutadas durante residencias artísticas en Venecia y Berlín, entre 2014 y 2016, respectivamente.

* No es casual entonces que él mismo sea músico, que integre el grupo “Inca Spirit” y haya ganado docenas de “Selecciones oficiales” como video artista y como documentalista etnográfico en los últimos años.

Intaglios — Eduardo Moll

Nació en Leipzig, Alemania, en 1929. Llegó a Lima, a los diez años de edad, con su madre y hermanos, para reunirse con su padre, el Dr. Bruno Moll, quien se desempeñaba entonces como catedrático de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. (En 1934 el Dr. Moll había sido destituido de su cátedra en la facultad de Ciencias Económicas y Finanzas de la Universidad de Leipzig por el régimen nazi).

Desde 1948, y paralelamente a sus estudios de química industrial en la UNMSM, Eduardo Moll asiste como alumno libre a los talleres que Adolfo Winternitz y Juan Manuel Ugarte Eléspuru tenían a su cargo en la Escuela de Arte de la Universidad Católica y en la Escuela Nacional de Bellas Artes, respectivamente. En 1953 sustenta la tesis con la que obtiene el título de Químico Industrial, profesión que nunca ejerce. Entre los años 1954 y 1955 continuará con su formación artística en Europa, asistiendo a la Academia Libre de la Grande Chaumiere de París y a la Escuela de Bellas Artes de Múnich, en cuyo taller de grabado se revelará como aguafuertista, técnica que fomentará en Lima desde 1956.

Casi todos los críticos peruanos de entonces y, en particular, Juan Acha y Sebastián Salazar Bondy, celebraron en sus columnas periodísticas que, por fin, un artista local tuviera el talento y la energía suficientes para reintroducir esa preciosa técnica calcográfica de la cual fue el mejor exponente entre los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Fue gracias a sus realizaciones gráficas que el nombre del Perú estuvo presente, por primera vez, en exposiciones como la 3ª Bienal Internacional de Grabado de Tokio (1962), la 1ª Bienal de Grabado de San Juan de Puerto Rico (1970), la 1ª Bienal de Grabado de Noruega (1972) y la 3ª Bienal de Grabado de Florencia (1972), entre otros certámenes.

En 1965 obtuvo el Premio Adquisición de la 2ª Bienal Americana de Grabado de Santiago de Chile y, en 1966, ganaría el Primer Premio del Primer Salón Nacional de Grabado organizado por el Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Lima, con su intaglio Venus, el cual tuvo como jurado a Elaine Johnson, curadora entonces del departamento de grabado del MoMA, en Nueva York.

Los grabados seleccionados para El Cultural de Arequipa fueron ejecutados en tres momentos: los primeros en Lima, entre 1965 y 1968; los segundos en Múnich, entre 1971 y 1973, ciudad en la que radicó con toda su familia durante cinco años, y los últimos, nuevamente en Lima, el año 2010. Si hay algo en común es que todos son estrictamente no figurativos y que indagan en, al menos, dos vertientes: una gestualista, que nos hace pensar en el trabajo del artista franco-alemán Hans Hartung, y otra de cierto rigor geométrico, relacionado con las pinturas filoduristas hechas paralelamente en Múnich, a las cuales Moll agruparía bajo el título de “Banderas”.

El que varios de los grabados realizados en Alemania ostenten títulos en quechua lo explica la profunda añoranza que por el Perú sentía el autor quien, en 1968, se había mudado a Múnich “para siempre” con toda su familia. Después de algunas visitas esporádicas a Lima, en una de las cuales compró un diccionario quechua – español, decidió regresar al Perú, esta vez sí, definitivamente, con su esposa e hijos.

Incorporamos dos de los ocho últimos intaglios que Moll grabó en Lima, el año 2010, los que fueron impresos por la grabadora Cristina Dueñas. En uno de ellos reconocemos una impronta enérgica semejante a aquella con la que resolvía su pintura de aquel momento.

Eduardo Moll Wagner falleció en Lima el 25 de enero de 2018.

Antología Litográfica Alberto Quintanilla

Nació en el Cusco en 1933. Se formó como pintor en la Escuela Nacional de Bellas Artes de donde egresó en 1959, integrando la célebre “Promoción de Oro”. Poco después viajará a Europa para afincarse en París, ciudad en la que reside hasta hoy. Quintanilla es autor de un mundo figurativo que abreva en la mitología andina para renovarla, configurando así una pintura de sello inconfundible en la que el espacio del cuadro se convierte en escenario de personajes y animales que juegan o se enfrentan, casi siempre bajo un halo de misteriosa luz.

Desde hace relativamente poco tiempo, específicamente desde la exposición antológica de intaglios curada por Alfonso Castrillón, en 2006, la obra de Quintanilla, que en el Perú considerábamos particularmente pictórica y más recientemente escultórica, empieza a concebirse también como notable en cuanto a sus aportes en el campo de la gráfica.

Para El Cultural preparamos una selección de piezas estrictamente litográficas, realizadas en talleres de Francia y Dinamarca, técnica que Quintanilla dominó y en la que ha conseguido plasmar a plenitud su imaginario plástico.

El talento como grabador que percibimos en las primeras xilografías que Alberto Quintanilla realizó en Cusco, y que se afianzará al ejecutar intaglios durante sus años de estudiante en la Escuela de Bellas Artes de París así como en el Atelier 17, en tiempos de S. W. Hayter, se ratificará en las numerosas estampas litográficas ejecutadas entre 1971 y 1992, en talleres de Dinamarca y Francia.

En 1971 se inicia la fructífera colaboración con el taller danés U.M. Grafik, en Copenhague, al cual regresaría para realizar ediciones los años 1974, 1979 y 1981, procesos que requirieron cada vez de un “internamiento” de un mes de trabajo en el departamento para artistas que estaba habilitado en sus instalaciones. En estas primeras piezas litográficas reconocemos mucho del esquematismo “totémico” de los personajes – o “presencias” – que habitaban sus grabados en metal parisinos y, a la vez, están impregnados del cromatismo encendido de sus primeras pinturas. Notables ejemplos de esta etapa son sus versiones de Las Meninas.

Otro taller de Dinamarca en el que Quintanilla realizó obra litográfica fue el de Christian Sorensen, en la ciudad de Johrring, en 1982. A partir de este momento se hace evidente para el espectador que cada taller de grabado ofrece al artista distintas posibilidades de realización, lo cual depende tanto de las decisiones de su director, de la empatía que se establece con el impresor e incluso del equipamiento y los diversos insumos empleados en cada lugar (prensas, papeles, tintas, etc.). Todos estos factores contribuyen a que el resultado tenga características únicas.

Como grabador Quintanilla tuvo diversos reconocimientos entre los que destacamos la Medalla de Oro de la Bienal de Florencia y su distinción como el mejor grabador de Intergrafik, en Berlín, en 1985, lo que hizo que en el catálogo de la edición siguiente, en 1987, se le dedicara varias páginas con reproducciones de varias de las litografías aquí reunidas.

El taller de Jack Champfleury, París (1992), fue el último en el que Quintanilla hizo litografías, varias de las cuales se caracterizan por la fidelidad a su dibujo y en las que nuestro artista pareciera esclarecer la psicología de sus personajes y, con ello, la anécdota que anima cada escena.

Pocos artistas plásticos peruanos han realizado una propuesta gráfica de tan alta calidad como Alberto Quintanilla. Esperamos que esta exposición contribuya no solo a divulgar su obra litográfica sino también a que en las escuelas de arte de nuestro país se recupere el ejercicio de esta técnica tan rica como versátil.

Artistas